martes, 22 de diciembre de 2009

¿Y por qué?¿Y por qué?


Que a veces me dan ganas de coger algunos días, compactarlos y tirarlos por la ventana, no es un secreto.
Que a veces necesito hacerme pequeña e incrustarme en tus costillas, tampoco.



Porque me gustas por cómo soy yo cuando estoy contigo.
Por la manera que tienes de sonreír cerrando los ojos.
Porque cuando te ríes la gente te mira, pero te da igual.
Porque tuerces los pies.
Porque me has visto sin peinar, y no te has asustado.
Porque me has visto seria y preocupada, y no te has marchado.
Porque hueles a ti, y no hay olor parecido en el mundo. Ni mejor.
Porque al despertarte tienes voz de camionero.
Porque cuando estás parado delante de un semáforo eres incapaz de mirar a otro lado que no sea el mismo semáforo.
Porque a veces no tengo nada claro. Excepto .
Porque eres capaz de engullir tabletas enteras de chocolate Valor.
Porque cuando te doy la mano tus callos me arañan la palma.
Porque hay ciertas canciones que ya no volverán a ser las mismas.
De todas formas, siempre hay algo en lo que te apoyas. Y por mucho que peses, no se hunde.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Girasoles


Me gustas de noche y de día.

Despierto o dormido.

Contento o estresado.

Vestido o desnudo.

Hablando o callado.

Serio o sonriente.

Cerca o cerquísima.


Y me gustas tanto cuando te ríes a carcajadas. Que vendería todos los girasoles del mundo porque esa fuese mi banda sonora. Todos los días.

lunes, 7 de diciembre de 2009

A los árboles de mi calle no les quedan hojas.


Hay días en los que te levantas con ganas de comerte el mundo, que entre las sábanas hay más vida que la tuya y que no te molesta que la gente grite en la calle.

Luego hay otros en los que simplemente te levantas y esperas que la bofetada que te dará el frío que hace en la calle no sea demasiado dolorosa. Y en los que te preguntas porqué te sientes la única persona en el mundo que no se levanta con una cara luminosa, y eso y tal.



Será que tengo que estudiar.




Me das ganas de cantar.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Las flechas azules


Luciérnaga decidió un día tirarse al vacío. Cerró los ojos fuerte y allá fue... ¡PLOF!
Pero no cayó y se estrelló. Porque un piloto la recogió en su avioneta.
Y ahora lleva un cosquilleo pegado al cuerpo. Tiene el corazón suave y rojo. Y los dientes expuestos al sol.